Del director John Frankenheimer, The Manchurian Candidate (1962), conocida mejor hoy en día por la nueva versión de Jonathan Demme con Denzel Washington y Meryl Streep, es uno de los grandes thrillers políticos. En la versión original, Frank Sinatra es el protagonista de la película en la que dos hombres viven confundidos y no saben si alguien está controlando su mente, lo cual los lleva a una psicosis que va escalando hasta un punto de total demencia. Llena de secuencias alucinógenas (en una escena clásica, mucha gente se sienta en una especie de conferencia, los presentadores demuestran como varios soldados tienen el cerebro lavado y a uno lo obligan a cometer actos violentos, fuertes para esa época), diálogos surrealistas (un famoso diálogo entre Sinatra y Janet Leigh, su amante en el filme, en el que, aún peor que en una historia de David Lynch, las cosas que se mencionan no tienen sentido alguno pero de alguna forma se sincronizan con el sentimiento entero de la película) y tensiones nerviosas que nos mantienen abrumados y en suspenso con estos personajes. La historia no carece de violencia física y psicológica.
Un veterano de la guerra coreana, Marco (Sinatra), sufre junto con otro personaje, Raymond (Laurence Harvey) de confusión y pesadillas al estar los dos atrapados en medio de una conspiración comunista en la que oficiales chinos y rusos, junto con estadounidenses infiltrados, quieren destruir el sistema del gobierno americano. La película lidia con intentos de asesinatos a políticos organizados entre gente importante. Uno de los personajes mas complejos de la película y un gran villano del cine es la señora Iselin, madre de Raymond, protagonizada por Angela Lansbury en un papel que fue bendecido por John F. Kennedy un año antes de su muerte. Ya que a Kennedy lo asesinaron un año después, Sinatra, amigo de Kennedy, compró los derechos de la película y la guardó en algún lugar donde casi nadie pudo volver a verla hasta más de veinte años después. No se conocen bien las razones hasta la fecha y se especula que Sinatra lo hizo por respeto a su amigo expresidente. Al volver a ser lanzada al público The Manchurian Candidate, con su estilo sofisticado y sin mucha lógica sigue intrigando a aficionados del cine hasta la fecha.
Frank Sinatra es famoso por su música que enamoró a toda una generación que aún sigue viva. Es de interés para amantes del cine, sin embargo, ver sus películas, pues, a pesar de que tuvo algunos papeles protagónicos de héroe carismático en películas divertidas como On The Town (1949), High Society (1956) y A Hole in the Head (1959) sus trabajos más interesantes yacen en personajes inadaptados, no solo en The Manchurian Candidate sino también en Suddenly (1957) que es un odioso asesino a sueldo, The Man With the Golden Arm (1955) que es un músico fracasado y drogadicto y Lady in Cement (1968) que es un detective, alcohólico y con sobrepeso. El hecho de que encima de ser un cantante aclamado Sinatra se haya atrevido a protagonizar a estos personajes (él tuvo también una vida muy dura a pesar de su fama) lo convierte también en un actor impecable al que no le daba pena mostrarnos variados tipos de dimensiones humanas.
John Frankenheimer, por su parte, tuvo una carrera prolífica en la cual destacan otros thrillers como Seven Days in May (1964), Black Sunday (1977) y 52 Pick-Up (1982), aparte de la estéticamente violenta historia de delincuencia The Young Savages (1961) con uno de los papeles mas crudos de Burt Lancaster y la excéntrica película de ciencia ficción Seconds (1966) que al igual que Manchurian nos confunde y nos mantiene flotando en otra realidad como novela de Philip K Dick. The Manchurian Candidate no envejece con el tiempo. Su estilo en blanco y negro, que ya no era tan común para esos años, adulterado con ediciones atrevidas, tomas fuera de enfoque y diálogos incongruentes nos hace sentirnos fuera de las vertientes típicas que ofrece el Hollywood de esos días (que ya se encontraba lejos de sus años de oro), y nos recuerda porque el cine es un medio de magnitudes infinitas.
Nota: tuve suerte de ver esta película en el New Beverly Cinema de Los Angeles, California hace unos años. La sala estaba llena. Una escena en la que se comete un asesinato crudo y frío a algún personaje del filme, ha sido uno de los momentos más intensos que he tenido junto con una audiencia de cine. En medio de todos pude sentir una tensión de calidad de estridencia y por otro lado una conmoción delirante, entre otras emociones fuertes que nos tenía pegados y pegadas en nuestros asientos, totalmente absorbidos. Esto demuestra que siempre es mejor ver el cine en compañía, incluso cuando la película es décadas de vieja, pues la experiencia se enriquece con la reacción colectiva de los espectadores. No debemos dejar que las salas de cine estén vacías. Esto no es una obligación, solo una cordial invitación a no dejar morir esta costumbre, pues para algunos se siente como algo irreemplazable.