Whisky y el Destino del Cine Latinoamericano

Histéricamente lenta y repetitiva, la película uruguaya Whisky (2004) nos deja claro que sus directores Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll no están contando la típica historia de amor. No solo eso, los personajes principales son tres personas adultas poco carismáticas encapsuladas en una historia de emociones que se generan con silencios grandes y pocas palabras, aparte de un humor negro impresionante en esta pieza de cine latinoamericano. 


La película, que descrita en palabras puede sonar aburrida, comienza con una rutina diaria en una fábrica de calcetines, el lugar no es muy interesante pero la cámara y los cortes se concentran en expresarnos el ritmo lento y tranquilo del lugar, se convierten en una música que nos mantiene contemplando. Los directores plantan su humor y su historia ante su público de una forma que al principio no significan mucho y después les podemos dar sentido. El hecho de que Marta (Mirella Pascual) diga “Hasta mañana si Dios quiere” una vez no nos provoca nada, pero al decirlo de nuevo, al siguiente día, nos golpea con una comedia original. La historia contiene muchos chistes de este tipo. 

Jacobo Koller (Andrés Pazos), el dueño de la fábrica, es un viejo amargado y sin mucha pasión y espera que su hermano, Herman (Jorge Bolani) lo visite para el funeral de su madre. Su madre murió un año antes y apenas ahora le van a hacer el tributo. Jacobo le pide a Marta que se haga pasar por su esposa y esto sucede de una forma que no cae en los trucos viejos del cine de amor, Marta afirma de la misma forma cruda que le va a ayudar y adaptan la vieja y desordenada casa de Don Koller como una casa matrimonial. Cuando llega el hermano la comedia se enriquece y termina convenciéndolos de irse de viaje a un destino playero, una aventura que mas bien les ayuda a revelar sus propias codicias o la falta de ellas.

A principios del siglo XXI, el cine latinoamericano prometía un enorme renacimiento del medio. En su primera década, artistas del continente nos regalaron no solo Whisky sino varias películas ahora consideradas clásicas como Amores Perros (2000) de Alejandro Gonzalez Iñárritu, Nueve Reinas (2000) de Fabián Bielinsky, La Ciénaga (2001) de Lucrecia Martel, Y tu Mamá También (2001) de Alfonso Cuarón, Ciudad De Dios (2002) de Fernando Meirelles, Machuca (2004) de Andrés Wood, La Teta Asustada (2009) de Claudia Llosa y la ganadora del Oscar a mejor película extranjera El Secreto de sus Ojos (2009) de Juan José Campanella, entre otras.

A pesar de que hayan surgido vastas clásicas películas de parte de la generación de directores en el continente occidental, no todos han continuado agrandando la escena de cine latinoamericana como lo han seguido haciendo los de la Nueva Corriente Rumana o el Nuevo Cine Taiwanés. Iñárritu, Cuarón y Meirelles se fueron a filmar a campos internacionales, Campanella divide su tiempo en Argentina y Estados Unidos donde ha estado dirigiendo televisión. Trágicamente, Rebella se suicidó en el 2006 a los 32 años, Whisky siendo su último filme y Bielinsky murió el mismo año (dos semanas antes que Rebella) de un infarto. Martel, Stoll, Wood y Llosa han seguido filmando en sus países de una forma limitada (cabe agregar que Zama (2017) de Martel, su primera película después de casi una década, ha sido aclamada mundialmente desde su lanzamiento).

La década pasada se produjeron bastantes películas notables en Latinoamérica entre ellas Post Tenebras Lux (2012), Relatos Salvajes (2014) y Una Mujer Fantástica (2017) y muchos de los directores mencionados han encontrado un éxito rotundo hasta el día de hoy, pero causa una incertidumbre pensar que esa generación de principio de siglo tuvo una racha fugaz de enriquecer su arte local, no siempre con finales felices. Whisky es un claro ejemplo de cómo estos directores estaban abriendo nuevos caminos en la narrativa del cine de una manera que nadie veía venir a finales del siglo pasado.

Whisky está disponible en Netflix.